Omar y su familia habían vivido años en el barrio y nunca supieron el nombre de la mezquita encerrada tras los muros de la cárcel. Cuando ya llevaba varias semanas en Tura empecé a llamarla la Mezquita Mariposa, porque me recordaba a una mariposa encerrada en una campana de cristal. Fantaseaba con la idea de liberarla y encarcelar en su lugar la mezquita moderna, fea y ruidosa eje de la vida religiosa en Tura, que podía ver desde la ventana del baño del piso.
El primer pilar del Islam es la shahada,
reconocerse públicamente como musulmán o musulmana. Es el primer paso necesario para llegar a cumplir los otros cuatro. La Shahada es el primer pilar por cuanto es el punto de partida, el reconocimiento de la identidad. The Butterfly Mosque es un primer paso también: la primera incursión de Willow Wilson en la narrativa, tras más de tres años como guionista de cómics.
Podría ser The Butterfly mosque un libro de memorias recientes. El relato de un viaje personal y espiritual, una ruptura cultural en el escenario inmediatamente posterior al 11S, un enfrentamiento adrede con los propios prejuicios y, por el camino, la conversión al Islam de la autora. Por el camino, literalmente.
Shahada significa testimonio, pero también aceptación. Habiendo atravesado una enfermedad grave, Willow se acerca a la interconexión de sus propias células enfermas y sanas; pasa por un combate singular con la lengua árabe, y por un tatuaje con la palabra Tawhid, la unicidad de Allah. «Sé, y todo es». Una conversa que no se arabiza pero que, al mismo tiempo, decide ponerse en El Cairo para entender esa Unicidad que abarca todo. Para Wilson, aceptar el hecho mismo de Dios es aceptar la propia realidad de la creación: «Mi insignificancia se había hecho inefablemente bella para mí».
Un detalle importante: no estamos ante uno de esos relatos de viaje espiritual con conversión final. Willow Wilson se acerca al Islam no a pesar del 11S, sino precisamente a causa del 11S; rasgo que compartimos muchos musulmanes y musulmanas en USA, Europa y la España posterior al 11M. La Shahada supone para nosotros un acontecimiento íntimo y conmovedor. Un partir de cero, también en lo personal, que sólo podemos hacer nuestro mediante la aceptación de lo Absoluto. No existe más Dios que Dios, y Muhammad es su siervo, repetimos. Sin país, sin identidades, sin ley ni norma alguna _ ley, esa palabra maldita que nos hiere, divide y estigmatiza como ninguna otra_. No hay más dios que Dios. No hay más condición para formar parte de la Ummah islámica que entregarse a lo Eterno.
Y en esa aceptación del fin de la frontera Willow Wilson se planta en El Cairo de 2003, con la herida del Choque de Civilizaciones aún supurando.
El segundo pilar del Islam es la Salat,
la oración diaria. Es todo un reto, lo sigue siendo para mí tras más de doce años; y lo era para Wilson aun viviendo en una ciudad sembrada de mezquitas en la que la cadencia de las horas rige la vida cotidiana por la fuerza misma de la costumbre.
Mientras, yo ya era musulmana. Sola en mi cuarto, tras las ventanas de madera que enmarcaban el palmeral, yo rezaba. Rezar era difícil al principio: a mí nunca me habían enseñado a inclinarme o recitar palabras que nadie iba a escuchar. En mi primera oración no miré hacia Meca: en su lugar me postré hacia el Oeste, hacia mi hogar. Meca era un lugar que nunca había visto, lleno de desconocidos. Para ser conversa, era inusualmente obstinada.
La Salat requiere un ritual previo de limpieza y un aprendizaje corporal. Puedes rezar cuanto quieras espontáneamente _du’a_ pero la Salat es una conexión: íntima con Dios; y colectiva con todos los musulmanes que venimos repitiendo el rito desde hace 16 siglos. Ahí es donde radica su poder, y por eso es un compromiso tan difícil de cumplir.
Pero The Butterfly Mosque hace poco recorrido por el misterio de la oración. Reconoce la dureza de rezar al tuntún, a escondidas al principio, hasta acudir a las mezquitas a rezar en comunidad, costado con costado en las filas de mujeres. La fuerza de esa experiencia en común es la que interesa a Wilson y está muy presente en su obra, incluso en el primer episodio que escribió para Ms. Marvel.
Para la protagonista de The Butterfly Mosque los párrafos dedicados a la Salat son un proceso acompasado del viaje interior _tanto espiritual como personal_ que está sucediendo. A este acompasamiento, en el que participa el propio cuerpo, Wilson lo llama habitar el Islam. «Te conviertes en parte de un algoritmo que conecta cuerpos terrestres y celestes. Tu calendario se rige por las fases de la luna, tus oraciones por el movimiento del sol en el cielo. Meca se convierte en una idea […] Tus fiestas varían diez días por año, sin apegarse a ninguna estación del año. La iconoclastia impuesta por Muhammad fue absoluta: no asocias nada a imágenes humanas, ni tampoco a fenómenos naturales».
El tercer pilar es el ayuno del mes de Ramadán,
el mes en que Wilson sale del armario _ o de su cuarto de rezar_ y en el que arranca la historia de amor que atraviesa todo el libro. 48 horas después de llegar a El Cairo, y el mismo día que comienza a trabajar como profesora, Willow conoce a Omar, un compañero encargado de hacer de guía y ayudar a instalarse a las americanas recién llegadas. Pocas semanas después se encienden los faroles de Ramadán por toda la ciudad. Willow decide confesar su condición de musulmana novata: todavía no ha terminado de aprender a rezar y ha de enfrentarse a treinta días de ayuno.
Omar y su familia deciden ayudarle un poco. Y el viaje espiritual se complementa de nuevo con el personal, porque apenas un año después, hacia el ecuador del libro, Willow y Omar se casan junto al Nilo en un fiestón bajo la lluvia con tres idiomas sonando a la vez. Ramadan en Cairo significa paseos con Omar, ritos sociales que aprender y desaprender. Sufismo y jams de heavy metal en casas sufíes. En las horas más duras de la tarde, hasta que se pone el sol y llega el primer sorbo de agua.«Desde aquel día [el primero de su primer ayuno] Ramadan fue para mí gratitud: por la Revelación, por la profecía, por el simple goce de ser una humana en este mundo».
Zakat es el nombre del cuarto pilar,
que traducimos como limosna o, más precisos, tributo. Cada musulmán decide a quién destinar un porcentaje de sus ganancias anuales: una ONG, un vecino necesitado, cualquier decisión es válida siempre que cubra necesidades vitales.
Wilson no dedica una coma al azaque en The Butterfly Mosque. Pero sí narra su descubrimiento de un nuevo sentido de la generosidad. Cairo es el reino del caos, no hay supermercados para que una treintañera de Massachusets haga la compra sin mancharse. Menos aún si, como Wilson, elige vivir en un barrio de trabajadores y no en un parque temático para expats. En Cairo encontrarás gatos muertos, recogerás a otros vivos, tendrán gatitos que se morirán al nacer y aceptarás a los supervivientes alhamdulillah. Y siempre habrá un vecino que te eche una mano. Para Wilson el Cuarto Pilar del Islam es la bondad.
Y el quinto pilar, la peregrinación
a Meca.
Fue como si estuviera viendo, por gracia de la inmensa distancia física entre Boston e Isfahán, cuán lejos estaba ya mi antigua vida. Me sentí abrumada por un momento, a causa de la magnitud de la ruptura que había hecho con mi propia historia. El mundo es demasiado grande y yo demasiado pequeña. No fui capaz de contener tantas contradicciones. Aguanté el resto de la cena y me volví al hotel, me metí en la bañera y lloré durante media hora.
Isfahán no es Meca. Está lejos de El Cairo, de hecho, que se comunica con Arabia Saudí por carretera. Pero si todo musulmán debe prepararse para el Hajj, Willow Wilson tenía varias peregrinaciones pendientes en estos primeros años de su vida como conversa. Una de ellas, viajar sola a Irán.
Todo The Butterfly Mosque son viajes dentro de otros viajes. De Boston a El Cairo. De El Cairo al desierto. Del agnosticismo al Islam, y de éste al Sufismo. Del sunismo a Isfahán. De la vida urbana en la Ciudad Conquistadora a los montes Zagros. Y de regreso a casa, a Estados Unidos, una más de los emigrantes vigilados por la Administración estadounidense por una conversión en mal momento y un matrimonio sospechoso. Un regreso forzado por la imposibilidad legal de que Omar pudiera visitar su país como turista, sino ser admitido como cónyuge. Y por ende, sometido a escrutinio durante el tiempo de su residencia.
La peregrinación de Wilson llega a su final con un viaje de regreso. Poco después comenzó su carrera como guionista y escritora de ficción. Cairo siempre está presente en su obra, como lo está el Islam. Mientras tanto, la Mezquita Mariposa permanece en Egipto, pequeña, encerrada y eterna como la propia espiritualidad islámica, que seguirá siglos después de que sus secuestradores se hayan convertido en polvo.