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Los cinco pilares de The Butterfly mosque

Omar y su familia habían vivido años en el barrio y nunca supieron el nombre de la mezquita encerrada tras los muros de la cárcel. Cuando ya llevaba varias semanas en Tura empecé a llamarla la Mezquita Mariposa, porque me recordaba a una mariposa encerrada en una campana de cristal. Fantaseaba con la idea de liberarla y encarcelar en su lugar la mezquita moderna, fea y ruidosa eje de la vida religiosa en Tura, que podía ver desde la ventana del baño del piso.

El primer pilar del Islam es la shahada,

reconocerse públicamente como musulmán o musulmana. Es el primer paso necesario para llegar a cumplir los otros cuatro. La Shahada es el primer pilar por cuanto es el punto de partida, el reconocimiento de la identidad.  The Butterfly Mosque es un primer paso también: la primera incursión de Willow Wilson en la narrativa, tras más de tres años como guionista de cómics.

Podría ser The Butterfly mosque un libro de memorias recientes. El relato de un viaje personal y espiritual, una ruptura cultural en el escenario inmediatamente posterior al 11S, un enfrentamiento adrede con los propios prejuicios y, por el camino, la conversión al Islam de la autora. Por el camino, literalmente.

The Butterfly Mosque Willow Wilson Conversion
«Si convertirse significa entrar al servicio de un ideal, yo me convertí en ese avión. A oscuras, sobrevolando el Mediterráneo, sin país, sin ley, hice las paces con Dios. Y le llamé Allah».

Shahada significa testimonio, pero también aceptación.  Habiendo atravesado una enfermedad grave, Willow se acerca a la interconexión  de sus propias células enfermas y sanas; pasa por un combate singular con la lengua árabe, y por un tatuaje con la palabra Tawhid, la unicidad de Allah. «Sé, y todo es». Una conversa que no se arabiza pero que, al mismo tiempo, decide ponerse en El Cairo para entender esa Unicidad que abarca todo. Para Wilson, aceptar el hecho mismo de Dios es aceptar la propia realidad de la creación: «Mi insignificancia se había hecho inefablemente bella para mí».

Un detalle importante: no estamos ante uno de esos relatos de viaje espiritual con conversión final. Willow Wilson se acerca al Islam no a pesar del 11S, sino precisamente a causa del 11S; rasgo que compartimos muchos musulmanes y musulmanas en USA, Europa y la España posterior al 11M. La Shahada supone para nosotros un acontecimiento íntimo y conmovedor. Un partir de cero, también en lo personal, que sólo podemos hacer nuestro mediante la aceptación de lo Absoluto. No existe más Dios que Dios, y Muhammad es su siervo, repetimos. Sin país, sin identidades, sin ley ni norma alguna _ ley, esa palabra maldita que nos hiere, divide y estigmatiza como ninguna otra_.  No hay más dios que Dios. No hay más condición para formar parte de la Ummah islámica que entregarse a lo Eterno.

Y en esa aceptación del fin de la frontera Willow Wilson se planta en El Cairo de 2003, con la herida del Choque de Civilizaciones aún supurando.

El segundo pilar del Islam es la Salat,

la oración diaria. Es todo un reto, lo sigue siendo para mí tras más de doce años; y lo era para Wilson aun viviendo en una ciudad sembrada de mezquitas en la que la cadencia de las horas rige la vida cotidiana por la fuerza misma de la costumbre.

Mientras, yo ya era musulmana. Sola en mi cuarto, tras las ventanas de madera que enmarcaban el palmeral, yo rezaba. Rezar era difícil al principio: a mí nunca me habían enseñado a inclinarme o recitar palabras que nadie iba a escuchar. En mi primera oración no miré hacia Meca: en su lugar me postré hacia el Oeste, hacia mi hogar. Meca era un lugar que nunca había visto, lleno de desconocidos. Para ser conversa, era inusualmente obstinada.

La Salat requiere un ritual previo de limpieza y un aprendizaje corporal. Puedes rezar cuanto quieras espontáneamente _du’a_ pero la Salat es una conexión: íntima con Dios; y colectiva con todos los musulmanes que venimos repitiendo el rito desde hace 16 siglos. Ahí es donde radica su poder, y por eso es un compromiso tan difícil de cumplir.

Pero The Butterfly Mosque hace poco recorrido por el misterio de la oración. Reconoce la dureza de rezar al tuntún, a escondidas al principio, hasta acudir a las mezquitas a rezar en comunidad, costado con costado en las filas de mujeres. La fuerza de esa experiencia en común es la que interesa a Wilson y está muy presente en su obra, incluso en el primer episodio que escribió para Ms. Marvel.

ms marvel mezquita heroina musulmana

Para la protagonista de The Butterfly Mosque los párrafos dedicados a la Salat son un proceso acompasado del viaje interior _tanto espiritual como personal_ que está sucediendo. A este acompasamiento, en el que participa el propio cuerpo, Wilson lo llama habitar el Islam«Te conviertes en parte de un algoritmo que conecta cuerpos terrestres y celestes. Tu calendario se rige por las fases de la luna, tus oraciones por el movimiento del sol en el cielo. Meca se convierte en una idea […] Tus fiestas varían diez días por año, sin apegarse a ninguna estación del año. La iconoclastia impuesta por Muhammad fue absoluta: no asocias nada a imágenes humanas, ni tampoco a fenómenos naturales».

El tercer pilar es el ayuno del mes de Ramadán,

el mes en que Wilson sale del armario _ o de su cuarto de rezar_ y en el que arranca la historia de amor que atraviesa todo el libro. 48 horas después de llegar a El Cairo, y el mismo día que comienza a trabajar como profesora, Willow conoce a Omar, un compañero encargado de hacer de guía y ayudar a instalarse a las americanas recién llegadas. Pocas semanas después se encienden los faroles de Ramadán por toda la ciudad. Willow decide confesar su condición de musulmana novata: todavía no ha terminado de aprender a rezar y ha de enfrentarse a treinta días de ayuno.

Omar y su familia deciden ayudarle un poco. Y el viaje espiritual se complementa de nuevo con el personal, porque apenas un año después, hacia el ecuador del libro, Willow y Omar se casan junto al Nilo en un fiestón bajo la lluvia con tres idiomas sonando a la vez. Ramadan en Cairo significa paseos con Omar, ritos sociales que aprender y desaprender. Sufismo y jams de heavy metal en casas sufíes. En las horas más duras de la tarde, hasta que se pone el sol y llega el primer sorbo de agua.«Desde aquel día [el primero de su primer ayuno] Ramadan fue para mí gratitud: por la Revelación, por la profecía, por el simple goce de ser una humana en este mundo».

Ramadan Willow Wilson The Butterfly Mosque

Zakat es el nombre del cuarto pilar,

que traducimos como limosna o, más precisos, tributo. Cada musulmán decide a quién destinar un porcentaje de sus ganancias anuales: una ONG, un vecino necesitado, cualquier decisión es válida siempre que cubra necesidades vitales.

Wilson no dedica una coma al azaque en The Butterfly Mosque. Pero sí narra su descubrimiento de un nuevo sentido de la generosidad. Cairo es el reino del caos, no hay supermercados para que una treintañera de Massachusets haga la compra sin mancharse. Menos aún si, como Wilson, elige vivir en un barrio de trabajadores y no en un parque temático para expats. En Cairo encontrarás gatos muertos, recogerás a otros vivos, tendrán gatitos que se morirán al nacer y aceptarás a los supervivientes alhamdulillah. Y siempre habrá un vecino que te eche una mano. Para Wilson el Cuarto Pilar del Islam es la bondad.

zakat Willow Wilson the Butterfly mosque

Y el quinto pilar, la peregrinación

a Meca.

Fue como si estuviera viendo, por gracia de la inmensa distancia física entre Boston e Isfahán, cuán lejos estaba ya mi antigua vida. Me sentí abrumada por un momento, a causa de la magnitud de la ruptura que había hecho con mi propia historia. El mundo es demasiado grande y yo demasiado pequeña. No fui capaz de contener tantas contradicciones. Aguanté el resto de la cena y me volví al hotel, me metí en la bañera y lloré durante media hora.

Isfahán no es Meca. Está lejos de El Cairo, de hecho, que se comunica con Arabia Saudí por carretera. Pero si todo musulmán debe prepararse para el Hajj, Willow Wilson tenía varias peregrinaciones pendientes en estos primeros años de su vida como conversa. Una de ellas, viajar sola a Irán.

Todo The Butterfly Mosque son viajes dentro de otros viajes. De Boston a El Cairo. De El Cairo al desierto. Del agnosticismo al Islam, y de éste al Sufismo. Del sunismo a Isfahán. De la vida urbana en la Ciudad Conquistadora a los montes Zagros. Y de regreso a casa, a Estados Unidos, una más de los emigrantes vigilados por la Administración estadounidense por una conversión en mal momento y un matrimonio sospechoso. Un regreso forzado por la imposibilidad legal de que Omar pudiera visitar su país como turista, sino ser admitido como cónyuge. Y por ende, sometido a escrutinio durante el tiempo de su residencia.

La peregrinación de Wilson llega a su final con un viaje de regreso. Poco después comenzó su carrera como guionista y escritora de ficción. Cairo siempre está presente en su obra, como lo está el Islam. Mientras tanto, la Mezquita Mariposa permanece en Egipto, pequeña, encerrada y eterna como la propia espiritualidad islámica, que seguirá siglos después de que sus secuestradores se hayan convertido en polvo.

Shockaholic: familia, fama y pies de foto – #AdoptaUnaAutora

Este post forma parte del proyecto conjunto Adopta una autora.

El electroshock da título al segundo volumen de memorias de Carrie Fisher, Shockaholic, que deriva en una reflexión sobre la familia. Wishful Drinking tiene como estrella invitada a su madre. Shockaholic acaba teniendo todo que ver con su padre, que había muerto poco antes. Se trata de un texto pequeño, de poco más de 150 páginas, que ha pasado un tanto inadvertido entre el anterior y The Princess Diarist, su última obra.

Quizá porque Shockaholic acusa un punto de enorme amargura: la muerte de su amigo Gregory Stevens abre el libro, catalizando una crisis emocional definitiva, que deviene en una decisión también definitiva: cambiar el tratamiento de psicótropos por la electroconvulsión. Shockaholic es un libro de memorias sobre el sacrificio de la propia memoria. Perder una parte importante de recuerdos y ganar una masa importante de kilos, con el deterioro consecuente de autoestima. El porqué, su hija Billie Lourd, apenas una adolescente entonces. Si en el volumen anterior nos quedó claro cuánto adoraba Carrie Fisher a su madre, le debemos a su hija decisiones (y prosa) como esa.

Billie Lourd Shockaholic Carrie Fisher

 

Carrie Fisher se hace eco de la paradoja del payaso (sal de este post ahora mismo y lee el enlace anterior). Convertir el sufrimiento y la locura en comedia. Pero la comedia lo que tiene es que se acaba, y la locura no lo hace necesariamente cuando se vacía el escenario. Sin embargo, ella pudo con ello; o pudo lo bastante como para armar un volumen realmente hilarante a partir de aquí. Carrie Fisher era guionista, pero supo en qué momento pasarse las convenciones estructurales de los tres actos por el forro y tomar un atajo para narrar sus desventuras bajo los electrodos y todo el proceso posterior. Por el camino la muerte sigue acechando, pero al fin y al cabo todos nos tenemos que morir, ¿no?

No hay en Shockaholic un hilo narrativo propiamente dicho: sí hay reflexión, encuentros, pequeños recorridos personales junto a personas que comparten vivencias, ya sea la parte agridulce de la fama, la enfermedad o los vínculos familiares. El trayecto va parando por los pies de foto más descacharrantes que ilustrarán nunca unas Memorias:

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Tema de portada de una revista con detalles para vivir plenamente tu vida, además de varias recetas de ternera lechal

Shockaholic recapitula las más surrealistas escenas que anticipaba Wishful Drinking: infancia marcada por el entorno de Hollywood (fama total primero, fama en declive después); matrimonios de ir y venir, portadas del cotilleo, y un amor indestructible por su madre y su hermano. Tan indestructible que podía redimir a cuantos pasaron por sus vidas, no siempre para bien. Nos cuenta que no tenía más de 20 años cuando llamó a su ex padrastro por teléfono, desde Londres, completamente borracha, para decirle que por cutre y pedorro que fuera, al fin y al cabo no era un mal tipo y que todo bien. El hombre murió a los pocos días.

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Mapa de de senderismo de Singapur, empoderando a la comunidad local en su desarrollo sostenible

Uno de los logros de Shockaholic es su uso de la ironía. No construye desde la literatura testimonial, pero tampoco desde el sarcasmo que florecía en Wishful Drinking. Carrie Fisher va más allá de reírse de las portadas de Photoplay: encuentra en ellas la oportunidad para mirar hacia su infancia con ternura. No es para menos: gracias a esa infancia es una de las pocas personas que puede presumir de cómo Liz Taylor la tiró a una piscina.

Y hablando de Liz Taylor, de repente aparece él.

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El presidente Truman jugando al golf en la isla de Kailua, Hawaii. Junio de 1911

¿Por qué Michael Jackson aparece en Shockaholic? Si hemos aprobado Primero de Famoseo nos será muy sencillo entender que Carrie Fisher > Eddie Fisher > Liz Taylor > MICHAEL. O también que Carrie Fisher > Dentista > MICHAEL. Y además de esa relación de amistad periférica, Michael Jackson acababa de morir. Recordemos, hay unos cuantos amigos muertos en estas páginas.

En cualquier otra todo esto habría servido para hacer una honda reflexión al respecto de lo destructiva y cruel que puede ser la industria del espectáculo, o las drogas legales, o la locura o todo junto. Cosas que están ahí, en subtexto. Pero no para el Michael Jackson que invitaba a Carrie Fisher y su familia a merendar o a su casa de vacaciones. Ella lo aprovecha con valentía para contarnos uno de esos aspectos agrios del famoseo, los parásitos: dentistas, como en este caso, dispuestos a cualquier cosa para ser los amigos de las estrellas. Habitaciones a oscuras para escuchar música y escucharse un poco a uno mismo. Hijos bien criados, a pesar del escenario irreal en el que viven. Niños amados y felices, como lo fue ella misma; como quiere que lo sea su hija.

Resulta especialmente valeroso y emotivo elegir esta figura para exponer el problema, más tratándose del episodio más oscuro de la vida de Jackson. Pero estamos hablando de Carrie Fisher: aquí los arrestos se presuponen. Y además, se podía llevar los jabones de recuerdo de Neverland a casa para enseñárselos a sus amigas.


La muerte de Michael Jackson nos ayuda a llegar a otra muerte, la definitiva, la que da sentido a toda la narración.

Eddie Fisher ocupa gran parte de las páginas de Shockaholic, como Debbie Reynolds ocupaba las de Wishful Driking. Si ésta era la confidente, la vecina, la voz de la razón, la presencia constante en la vida de la autora, Fisher es un personaje en construcción. Pasa de padre ausente a abuelo rijoso. De visitante ocasional y embaucador a anciano dependiente. ¿Pero qué vas a hacer si conservaba el encanto? Pues embaucarte.

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Carrie y Eddie Fisher, dichosamente inadvertidos del hundimiento del matrimonio del presidente noruego Sven Migdorf, que se produciría pocas horas después

El último tercio del libro está dedicado casi íntegramente a su padre. Es un momento de aceptación. Fisher asume que su vida es la que es, como su enfermedad es la que es, y lo mismo ocurre con ese hombre encantador, rodeado de enfermeras orientales a las que hacer comentarios picantes; vanidoso, operadísimo, enamorado de sí mismo hasta las trancas. Regalos a destiempo a hijas y nietas. Otra llamada de teléfono borracha, y vejez compartida porque al fin y al cabo, joder, qué le vas a hacer, es tu padre y es el abuelo de tu hija y el tipo no tiene mal fondo. Y no se va a morir solo.

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En el funeral de Bette Davis

Y al final Eddie Fisher se muere, ajeno a la fama, mirando al mar. Un jubilado en la Costa Oeste con algunos vicios, querido, perdonado y cuidado. Carrie Fisher murió años después, rodeada de los suyos, por Gary, querida y cuidada, velada por todos nosotros. Pero en ese margen aún le quedaban bastantes cosas por escribir.

Ms. Marvel, musulmana Inhumana – #adoptaunaautora

Este post forma parte del proyecto conjunto Adopta una autora.

Tratad bien a las mujeres.

(Profeta Muhammad, últimas palabras)

Sucedió no hace mucho. Al parecer, bastantes señores a cargo de tiendas de cómics se quejaron de que sus clientes habituales estaban hartos de diversidad. De mujeres, de negros, de gays o lesbianas. Se quejaron fuerte ante el jefe de ventas de Marvel, que a su vez llevó su queja a los medios especializados.

"¿Colijo por su canción que no quiere venderme Ms Marvel?
«¿Colijo por su canción que no quiere venderme Ms Marvel?

Se lió parda, claro. Marvel tardó un milisegundo en hacer pública la aclaración: apostaban fuerte por Thor, Miles Morales o Sam Wilson. Citada casi al margen quedaba Ms. Marvel, una serie que se ha llevado varios récords de ventas y ocho premios; pero para el imaginario marvelero, para esos señores de las tiendas de tebeos, Nueva Jersey queda muy lejos de Manhattan. O al menos eso parecía hasta que Tony Stark se fijó en una chavala que pasaba por ahí.

El camino difícil

Marvel quería una chica. Ya tenía dos heroínas musulmanas (cómo no, mutantes) pero ninguna protagoniza su serie. Llamaron a Willow Wilson. Ésta podría haber elegido un camino más transitable para su pitch: otra mutante, cuyas series han sido durante años el terreno donde explorar los significados de minoría. Sabía que la estaban observando, de modo que decidió subir la apuesta.

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No cayó muy lejos, ya que Ms. Marvel se ha alineado con los Inhumanos. Kamala Khan nació en Jersey City, a unos pocos kilómetros del cuartel de los Vengadores. Tiene 16 años y escribe fanfics. Va al instituto y cuando sufre de mal de amores se atraca a perritos calientes en un puesto de su barrio. Su condición de diferente va mucho más allá de ser hija de pakistaníes o acudir a la mezquita todos los viernes a cabrearse con su sheij. En el fondo, apenas hay novedad en todo esto: mucho de lo que se lee en los primeros números de Ms. Marvel recuerdan las desventuras personales del Peter Parker clásico o de Kitty Pride. El órdago de Willow Wilson ha sido subir a la trama principal las situaciones, alegrías y conflictos que vivimos todas las musulmanas nativas del Occidente post Choque de Civilizaciones. Y aunque en realidad ese compromiso ha sido un distintivo de las historias Marvel desde siempre, Wilson ha logrado que las lectoras de Ms. Marvel aprendan a la vez sobre la Niebla Terrígena y por qué necesitamos recuperar nuestro papel de líderes en las mezquitas.

Lo cierto es que no solamente ha logrado introducir contenidos relativos a la comunidad musulmana, sino que la respuesta ha sido favorable. Los lectores quieren más. Los personajes secundarios de Ms. Marvel tienen sus propias tramas y nos interesan. La historia de Ms. Marvel es la historia de varios personajes femeninos, a través de los cuales Wilson nos recuerda que no hay un Islam, sino tantos como musulmanes somos.

Nakia, Muniba y Tyesha

Para ello creó a Nakia Bahadir. Es la mejor amiga de Kamala, feminista islámica y hijabi política. Nakia es, probablemente, uno de los mayores logros de Wilson en Ms. Marvel. Cuando Kamala tiene dudas, o se abruma por lo complicada que es su vida, Nakia toma a su cargo la reivindicación política. Gracias a Nakia hemos podido leer hadices del Profeta Muhammad (la paz sea con él) en los cómics que la vanguardia ideológica de las Plataformas europeas contra la islamofobia nunca leerán.

Wilson aprovecha a sus personajes femeninos para recordar a las lectoras que nada es exactamente lo que parece: Kamala no es la heroína musulmana (TM) porque está rodeada de héroes y de musulmanes. Algunos con poderes y otros no. Algunos muy religiosos y otros haciendo lo que pueden. Nakia lleva su hijab política y simbólicamente, mientras Kamala se hace un uniforme con un burkini que jamás llevó a la playa.

Wilson sabía que no podía dejar a Kamala sola explicándonos a todos qué es ser una joven islamoamericana. Así que Tyesha Hillman se convirtió al Islam para echarles una mano a ella y a Nakia. Bajo su largo khimar esta joven afroamericana lee Dune y enfrenta a su manera su propia Jihad. Porque si la islamofobia aparece en la quinta viñeta del cómic, el desprecio a los afroamericanos, más si son conversos, no tarda en aparecer. Estamos en Marvel: no todos los villanos tienen poderes.

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Tyesha es otra elección valiente, otra carta del órdago de Wilson (cada vez estoy menos segura de si lo lanzó a la editorial o a los lectores). Es una musulmana conversa y conservadora, que ha adoptado la vestimenta más tradicional y acude asiduamente a la mezquita. Cuando la mayoría nos encontramos con esas mujeres, incluidas las propias musulmanas «progresistas», es difícil ver a nuestras hermanas como seres humanos complejos con aficiones, vocación, dudas y personalidad propia. Además Tyesha es capaz de meter en vereda a Amir, el hermano mayor y muy carca de Kamala.

Muneeba es la madre de Ms. Marvel, y tampoco es quien imaginamos que es. Existe un Islam conservador, nos dice Wilson, pero éste está formado por seres humanos, como Muneeba Khan, que al final de cada día esperan que sus hijas lleguen a casa de una pieza, sea cual sea el villano que les ha tocado enfrente. A veces el Inventor, otras un novio hipócrita y machista… y además supervillano. Por encima de todo reza por el bien de sus hijos. Porque en Ms Marvel (como en Daredevil) se reza.

Jersey City

En Daredevil se reza. En Ms. Marvel también. No recuerdo quién bautizó a Daredevil y héroes similares como los callejeros, en contraposición a los Vengadores que juegan contra los malos más gordos. Es una frase de Lobezno, que no sé si obedece a un concepto editorial.

En cualquier caso, hay mucho de callejero en Ms. Marvel, empezando por la genialidad de situar su historia en Jersey City. Willow Wilson es de Colorado. Kamala Khan de Nueva Jersey: lugares lo bastante mestizos para hacer la historia creíble pero carentes de aura cosmopolita. La degradación urbana y la gentrificación son un tema clave de sus historias, como lo fueron en el Daredevil de Ann Nocenti.
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Otra de las subtramas que Wilson utiliza es el abandono de los adolescentes. Frente al río hay un Manhattan cada vez más rico mientras en Jersey City cada vez más chavales se quedan fuera del sistema. Bruno, el mejor-amigo-pero de Kamala, ha estado a punto de sufrirlo. Amir, el hermano de Kamala, coquetea con el extremismo por falta de expectativas de vida. En este momento, Kamala está creciendo y el buen rollo con los Vengadores más jóvenes la está alejando de sus amigos. Un drama en toda regla, más aún que guerras civiles y meteoritos por venir.

En medio de todo esto, los vecinos de los Khan se las apañan para seguir disfrutando de la vida. Ms. Marvel está cobrando cada vez más notoriedad y es de esperar que Wilson la siga escribiendo. Con ella seguiremos leyendo sobre nosotras mismas.

#AdoptaUnaAutora: Carrie Fisher. Postales desde Wishful Drinking

Este post forma parte del proyecto conjunto Adopta una autora.

Estaba haciendo una entrevista en la que hablaba, cómo no, de mí misma. Y decía que a veces me siento más como un personaje que como una persona […] y lo ilustré con esa famosa cita de Cary Grant que decía «todo el mundo quiere ser Cary Grant, hasta yo mismo». Y la entrevistadora me dice «sí, pero nadie quiere ser realmente Carrie Fisher».

1) Persona

Wishful Drinking gira alrededor de qué significa, si significa algo, ser Carrie Fisher. Fisher vino al mundo en un entorno irreal por naturaleza, como es el mundo del espectáculo. Vidas en muchos sentidos fabricadas sobre las proyecciones de otros. En 1956 las amas de casa coleccionaban las portadas de Photoplay en las que Debbie Reynolds exhibía un matrimonio ideal y dos bebés preciosos.

La vida real. Como si la vida real fuese otra cosa.

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«Cuando dos famosos se aparean, el resultado es algo como yo […]. No soy solamente esa creación llamada Princesa Leia, sino además un set completo de juguetes y productos de limpieza».

2) Explosiones

Se trata del primero de sus tres libros de memorias. Llega en 2008, tras cuatro novelas y varios tratamientos de electroshock. «Algunos de mis recuerdos nunca volverán _los de la Vida Real ™, esa que una siente mientras se fabrica la otra, la vida de la exposición pública_, pero con ellos he perdido también los devastadores sentimientos de desesperación y derrota que ninguna portada ni muñeca supieron retratar».

Decidí freírme [ride the lightning] en lugar de apagar la luz que tiempo atrás había dado vida a mis ojos.

Carrie Fisher se compara con grandes personajes sometidos al electroshock. Uno de ellos era Sylvia Plath, que lo describió crudamente en La campana de cristal. Carrie Fisher lo haría en Shockaholic, su segundo libro de memorias. Lo que le debemos a Wishful Drinking es la puesta en escena de la bipolaridad: entiéndase esto literalmente. No contenta con salir del armario de la locura, Carrie Fisher creó esta obra a partir de ella. El escenario es un salón. Recibía al público en ropa de andar por casa. Y explicaba coloquialmente lo que significaba un trastorno bipolar:

He llamado a mis dos estados de ánimo Roy y Pam. Roy es el Alegre Roy, un tío salvaje. Pam es el sedimento, que se queda en la orilla y llora (Pam es la sigla de «piss and moan»). Un estado de ánimo es el menú, y el otro la cuenta.

 

3) Risas

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Esta reseña no hace justicia ni puede hacerla al agudísimo sentido del humor de Carrie Fisher (por otra parte, ya consagrado). Compartir adicciones con Mel Gibson o Irlanda, terapias infames con Vivian Leigh. Reír porque si la vida no fuera divertida, sería simplemente real, y eso es inaceptable. Wishful Drinking, primero en el teatro y después en letra impresa, convirtió la tragedia personal en comedia moderna. Y más que eso, en un monólogo. Algunos pensarían que se puso por derecho propio a la altura de los nuevos cómicos jóvenes. La realidad es justo al revés.

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Nunca recibí un premio en mi vida ni como actriz ni como escritora, y ahora me dan premios por mi locura todo el tiempo.

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Mucho, y seguramente mejor que cualquier cosa que aparezca aquí, se ha escrito sobre el agudo sentido del humor de Carrie Fisher. Sé que no son suyas _y que le molestaría un poco_, pero no puedo dejar de recordar algunas frases que llevan su voz: ¿servirá de algo si salgo y empujo? En la guasa que brilla en cada párrafo de sus memorias se reconoce mucha fuerza. También destellos de amargura: los escombros de mi cuerpo dando a luz, nació algo como yo tras el matrimonio de sus padres. Algunos adjetivos aquí y allá, quién sabe si fugitivos inconscientes o pistas entre líneas.

Entonces mi madre dijo: «Bueno, querida, ¿y cuál es la alternativa a sobrevivir? ¿no sobrevivir?

4) Texas

Hay tanto vinagre como amor profundo hacia su madre, Debbie Reynolds, nativa de El Paso (you know, dear). Vivían puerta con puerta. Debbie Reynolds tenía 78 años cuando se estrenó la obra y aún actuaba ocasionalmente. Conservaba una buena parte de su vestuario y recuerdos de Hollywood que les iba regalando a sus hijos para que fueran disfrutando de la herencia en vida.

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Así como su padre se llevará casi todo el peso de Shockaholic, su madre es la gran estrella de Wishful Drinking _entre otras cosas porque en fin, era una estrella_. Un amor devoto y sin fisuras solo comparable al que muestra por su hija Billie. Cómo no tener devoción por una madre que llama a Cary Grant para que te ayude con ese problemilla con el LSD.

5) Escombros

Esta criatura redondita y nutrida, rescatada de los escombros de mi ser.

La criatura es su hija Billie Lourd, entonces una adolescente. Como su madre, no se lleva un capítulo de la obra sino que forma parte de todo el camino, también los diferentes ingresos hospitalarios y las decisiones médicas, como someterse al electroshock de una puñetera vez y poder estar presente para su hija. Billie protagonizó junto a ella una serie de artículos de viajes con niños que no he podido recuperar. Quería ser neuróloga y estudiar la esquizofrenia, antes de seguir la empresa familiar. Y gracias a Billie obtenemos uno de los momentos más descacharrantes de la obra: la Endogamia de Hollywood.

Mi hija empezó a verse con el nieto de Liz Taylor, Rhys, y trataban de esclarecer si estaban emparentados de alguna manera […]. Les dije: «estáis emparentados con el escándalo».

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7) Palabras

Wishful Drinking hace una especie de parada técnica en los más de 12 años de relación con Paul Simon. Se enamoraron porque, según dice, se enamoró de las palabras. Una relación tan íntima y poderosa que se lleva apenas un par de páginas del libro, y pocos más minutos en el escenario. Le cede el espacio a las propias palabras. A las letras que Paul le dedicó:

The bride was contagious,

she burned like a bride.

(Hearts & Bones)

Then I fall to my knees
Shake a rattle at the skies
And I’m afraid that I’ll be taken
Abandoned, forsaken
In her cold coffee eyes
She can’t sleep now
The moon is red
She fights a fever
She burns…
(The rythm of the saints)

8) La postal en blanco

Carrie Fisher habla de la adicción desde la angustia, pero también con una serenidad profunda _y mi madre me dijo: «well, dear»_. Algo que llega y te jode la vida, pero que no se queda para siempre en ella. No hay postal sobre traumas.

Tampoco la hay sobre drogas o alcoholismo en el sentido biográfico: nadie va a encontrar una primera raya, no hay un salto al vacío que escalar ni una culpa que purgar en público. Y eso que hay amigos muertos, crisis psicóticas con alucinaciones, matrimonios fraudulentos y amores tormentosos que se acaban yendo al carajo. Todos se van igual que vinieron y ahí se queda ella, contándonoslo en ropa de estar por casa.

Qué difícil se me hace no escribir la palabra rebeldía.

#AdoptaUnaAutora Willow Wilson: por qué

Este post forma parte del proyecto conjunto Adopta una autora.

¿Saben ese producto cultural que parece un catálogo de Benetton? Aquí una mujer, aquí un latino, un negro por allí, más allá un gay. ¿Les suena ese paisaje?

Claro que nos suena. Porque es la pura vida real, cuanto antes lo asumamos mejor. Cuanto antes entendamos que nuestra piel más o menos rosada es poco más que una anécdota fisiológica, mejor. Cuanto antes entendamos que lo prefabricado son nuestras ciudades con carril bici, nuestros colegios con niños iguales y nuestros productos culturales concordantes mejor para nosotros y mejor para todos los que no comparten nuestros privilegios porque no se nos parecen.

En este contexto vengo a presentar a Willow Wilson.

Willow Wilson (Nueva Jersey, 1982) ha dicho en más de una ocasión que su obra se dirige a la Generación Por Qué (después de la X llega la Y griega, léase en inglés para pillarlo).

También a ella le habrán preguntado a menudo por qué.

Por qué te gustan los cómics si eres una niña.

Por qué te enamoras del Islam si eres blanca.

Por qué lees cómics occidentales, hermana.

Por qué te gustan los superhéroes si eres una mujer inteligente, intelectual y progresista.

Por qué escribes fantasía con lo necesaria que sería tu voz, hermana, en asuntos más serios.

Por qué te pones un velo si eres feminista.

Por qué trabajas en la decadente industria del entretenimiento occidental, hermana.

Por qué trabajas en la decadente industria del entretenimiento.

Willow Wilson es tan «otra» que ni siquiera encaja en una sola de nuestras estrechas definiciones del Otro. Musulmana conversa, practicante y visible. Comiquera desde la infancia, jugona, marvelita y asidua de convenciones. Toda su obra consiste básicamente en eso, en desvelar al Otro y volverlo del revés. En identificarnos con el Otro, y no solamente con esos Otros que nos hacen sentir bien (un concierto por aquí, un tatuaje de henna por allá). Willow Wilson es musulmana y con sus palabras el Islam nos dice HOLA (o más concretamente nos dice Assalaamu Alaikum), estamos aquí, nos vamos a quedar. Y más aún, nos vamos a quedar porque somos vosotros.

Willow Wilson es Kamala Khan, aka Ms. Marvel. Willow Wilson es Alif el Invisible, un hacker fugitivo. Willow Wilson es Tova, una soldado desertora. Willow Wilson es Blythe, un piloto con agorafobia. Willow Wilson es sus personajes, todos ellos Otros de muchos otros. Y lo mismo escribe para Marvel que hace un comentario al Noble Corán.

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Willow Wilson es también una creación americana, porque en ningún otro lugar sería pensable (y mucho menos en Europa) que hubiera editores lo bastante valientes como para publicar sus historias. Recibí el último volumen de Ms. Marvel el mismo día que una novelista española decidió explicar otra vez cómo tenemos que vestir las musulmanas por nuestro propio bien, y haciendo caja.  No puede ser de otra manera, puesto que la vestimenta nos revela y les recuerda que existimos. La obsesión de las intelectuales europeas con «la vestimenta de las musulmanas» choca de plano con superheroínas suníes enmascaradas con burkini y dupatta. Que resuelven crímenes, luchan contra aliens y que sobre todo, sobre todo, dejan de necesitar los consejos de las intelectuales europeas.

Willow Wilson sería también invisible, como sus protagonistas, en un país como España cuyas comunidades musulmanas suelen invertir más tiempo en destruirse proyectos mutuamente que en construir un proyecto común juntas. Para que luego digan que no se puede ser a la vez profundamente musulmán y profundamente español.

Para Wilson el Islam no es algo que debamos representar necesariamente en positivo: es sencillamente algo que es, que vive, se mueve, respira y que adopta tantas formas y expresiones como musulmanes y musulmanas habemos en el mundo. Aunque después de todo, quizá Wilson y sus letras sólo son posibles en un país donde también es posible que un perfecto supervillano (¡hasta el color!) sea elegido presidente.